Capítulo 30

Faltaban unos minutos para la primera sesión con la psicóloga y Laura estaba muy nerviosa, no paraba de dar vueltas para un lado y para otro de la calle y en algún momento estuvo a punto de darse la vuelta e irse de allí, pero un impulso la detuvo de su intención de marcharse; no se había recorrido media ciudad, para ahora salir corriendo.  Aunque con un paso un poco tembloroso decidió tocar el portero de la consulta y recorrió el pasillo hasta donde le esperaba Marta Ruiz, su futura psicóloga.

La primera sesión no resultó muy gratificante para Laura. Ella creía que le iba a dar unas pautas desde el primer momento de qué hacer con su vida, de cómo solucionar sus problemas, de cómo enfrentarse al mayor error de su vida, el cual era Javier (que ya era mucho pensar para ella eso, ya que para ella, su mundo estaba lleno de errores y calamidades, unas detrás de otras), pero no, solo se limitó la psicóloga a intentar indagar porque había ido hasta allí, que era lo que quería conseguir con su terapia, y cual era la conducta o el conjunto de comportamientos que quería mejorar. Así que salió de ese despacho blanco y un poco frío para ella, de nuevo nerviosa y confundida por donde se había metido, quizás este primer encuentro con la psicóloga solo hacía confirmar lo que ella siempre había creído sobre ellos, de que servían para poco y que no te solucionaban nada, que era como ir a un “charlatán” de esos que te leen las cartas o un curandero, que no tienen ningún fundamento científico o quizás eran sus nervios y su desesperación por que su vida tuviera rayos de luz donde reflejarse todos los días, los que hablaban en estos momentos.

Se subió al coche y se dirigió a casa de su madre, pero como era de esperar la situación que le esperaba en esa casa no era para tirar cohetes de nuevo.

La pareja de su madre, era más joven que ella, casi tenía la edad de Laura, era solo un poco mayor que ella y hasta ahora la convivencia con él había siendo correcta y formal, pero cuando llegó ese día de la consulta, Marcos se fijó por primera vez en ella o eso creía ella, a lo mejor era la primera vez que se atrevía él a mirarle de esa manera (una radiografía en toda regla, una mirada lasciva que atravesaba todo su ser), porque nunca se habían visto a solas sin su madre cerca. Esto es lo que faltaba para otra complicación en su vida —pensó. A lo mejor, debería volver a ver a Marta, darle otra oportunidad, porque su vida era un caos.

Capítulo 29

Laura pasaba la mayor parte del día, del sofá a la cama y de la cama al sofá. Su madre que por una vez esperaba que fuera un apoyo para ella, lo único que hacía es reprocharle su actitud y decirle que le ayudara a limpiar y organizar las cosas de la casa, sin preocuparse lo más mínimo por su estado de salud. Una salud (tanto mental como física) que cada día se resquebrajaba un poco más.

Laura no tenía fuerzas para discutir con su madre y realizaba los quehaceres del hogar que Lucia le mandaba e intentaba sobrellevarlo todo lo mejor que podía. Su madre siempre había sido una mujer muy testadura y llevarle la contraria solo le traería más problemas y no podía permitirse eso, porque si no iba a acabar encerrada en un psiquiátrico —pensaba.

Fueron pasando los días y se fue encontrado un poco mejor de la gripe, pero sus pensamientos estaban aún en esa casa con Javier, en todo lo que había sufrido, en la mala suerte que siempre había tenido en su vida… Pocos momentos de luz vislumbraba, así que no pudo más y se derrumbó, sus lagrimas no paraban de recorrer sus rojas mejillas una vez más; estaba llegando a un punto de saturación en el que su cabeza iba a explotar. Entonces, como si de un milagro se tratara se acordó de una compañera del colegio que le habían comentado que hoy en día era una de las mejores psicólogas de todo Madrid, a lo mejor, si la llamaba, ella podía ayudarle y podía salir de ese pozo donde estaba metida, aunque a ella nunca le habían gustado muchos los psicólogos, porque pensaba que sólo eran “unos saca cuartos», ¿pero que tenía que perder?; se encontraba sola con una madre que no le apoyaba en nada y un amigo al que no podía ver, porque sino Javier más tarde o más temprano la encontraría y su padre, el único de la familia que podía un poco entenderle estaba muy lejos de allí. Así, que buscó su nombre en el buscador de Google y la encontró. Un atisbo de esperanza volvió aparecer en ella.

Capítulo 28

Su madre Lucia le recibió con cara de extrañeza, la última persona que esperaba encontrarse en su puerta era su hija Laura.

—Hola mamá…

Lucia no podía creer lo que estaba viendo, que hacía su hija con ese corte de pelo y lo más gracioso el pelo azul, en su casa y con cara de pocos amigos.

—Hola… ¿Qué haces aquí? ¿Y cómo me has encontrado?
—Mamá, ante todo no quiero reproches, ni muchas preguntas. Estoy aquí porque estoy desesperada, no sabía qué hacer para huir del infierno en el que me he metido y eres la única opción que se me ha ocurrido al menos temporalmente.
— ¿La única opción de qué? Hija, no entiendo nada de lo que dices. Te presentas en mi casa, después de 7 años sin saber nada de ti. Ni una llamada de teléfono, ni un mensaje nada… ¿Y ahora quieres que no te haga preguntas? Deje a tu padre, porque ya no había amor en esa casa, tu no sabias hacer otra cosa que ponerte de su parte y echarme cosas en cara, así que me fui lejos y conocí a Marcos del que estoy realmente enamorada y no sé qué haces aquí. Si es para volver a despotricar de mi, puedes irte, si es para que te ayude con papá también puedes irte y si es para destrozar mi vida, ahora que soy feliz… Creo que estás perdiendo el tiempo.
—Mama, no vengo para nada de eso. Necesito quedarme en tu casa un tiempo, porque estoy sufriendo mucho con un hombre que he conocido aquí. Estoy huyendo de él, no tengo donde ir… Por favor, mamá, déjame pasar y te lo cuento mejor…
—Ya tienes que estar mal, para venir a rogarme quedarte aquí un tiempo… Anda pasa, ¡No te prometo nada eh!

Laura se acomodo en ese sillón de color amarillo chillón (el buen gusto, no era algo característico de su madre) y comenzó a contarle toda la historia con Javier, lo que le había hecho llegar hasta allí; a una madre que nunca había ejercido de madre para ella, pero debía de apoyarse en lo que fuera y no le quedaba más remedio.

Su madre no podía creer lo que le estaña contando, eso era más digno de una telenovela del tres al cuarto que de algo real. Aún así accedió a que se quedara con ella unos meses, pero la convivencia con ella no iba a ser fácil, ni con su pareja.

Las primeras semanas, no resultaron malas. Laura pasaba muchas horas fuera de casa, intentando buscarse la vida y encontrar un nuevo trabajo y apenas coincidía en casa con Lucia, ni su pareja. Todo empezó a cambiar, cuando cayó enferma unas semanas por una gripe que no se la deseaba ni a su peor enemigo. Volvían los problemas a la vida de Laura.

 

Capítulo 27

El plan de huida comenzaba con cambiar de look y para ello debía ir a alguna peluquería lejana de la ciudad, donde nadie la conociera y donde pudiese llegar a los oídos de alguien, que la pareja de un hombre tan poderoso como Javier había estado por allí. Pensó en un corte de pelo bastante radical, algo así como  “garçon” y teñirse el pelo de azul. Así, que ni corta ni perezosa encontró el lugar perfecto para ello, una peluquería low cost a 50 km de su vivienda y que seguramente, Javier no había pisado en su vida.

No era la primera vez que Laura huía sin querer dejar rastro. «Esto ya comienza a parecer una tradición» —pensaba. Realizó la misma acción cuando huyo de Almería hace poco más de 5 meses, pero esta vez la huida, ya no solo era por una cuestión psicológica, esta vez estaba en juego también su integridad física. A lo mejor, no era la mejor manera de afrontar los problemas, pero era la que mejor conocía.

Una vez realizado el cambio de look, el siguiente paso y el más importante de todos, era donde se iba a instalar. No podía quedarse en casa de su amigo Luis, ni de ningún amigo de este, pues no era del todo seguro. Por tanto, solo le quedaba una única opción rápida y era buscar la casa de su madre, que se fue hace muchos años a las afueras de Madrid con su pareja y no sabía nada de ella desde entonces, ni siquiera le habló de ella a Javier. Era como si no existiese. Quizás ni siquiera vivía allí, pero tenía que intentarlo. Era el último cartucho que le quedaba, no sabía cómo iba a reaccionar al verla y si ella la aceptaría en casa, pero pensó que era su madre y si le contaba toda la historia o buena parte de ella, todo iría bien. Pequeña ilusa…

 

Capítulo 26

Javier, a las horas y al ver que Laura, ya no decía nada, ni gritaba, ni lloraba empezó a soltarla, ya no le satisfacía esta situación. Laura parecía haber dejado de sufrir o incluso estar cómoda de esa manera y precisamente era todo lo contrario que deseaba en estos momentos, que ella no sintiera “nada”. Ella no se había portado bien y no era merecedora de estar “tranquila” en ese lugar.

Laura deslizó una ligera sonrisa, al ver que estaba siendo soltada por “su captor”, e incluso le dio un pequeño beso en la mejilla a Javier. Llegó a la conclusión, en este tiempo que había estado encerrada y capturada por su propia pareja que lo mejor que podía hacer era estar calmada y sin dirigirle la palabra, hasta que él decidiera dar marcha atrás y abrirle de nuevo las puertas a la “normalidad” o a sobrevivir el tiempo que le quedara allí, hasta huir de esa casa que últimamente solo le traía desconsuelo y ella no se lo merecía.

Al día siguiente, Laura comenzó a idear su plan para huir de ese pequeño infierno en el que se estaba convirtiendo su hogar, mandó una serie de WhatsApp a su amigo Luis, que no pensó, ni un segundo en sacarle de ese maldito lugar donde estaba viviendo. Lo más seguro no era irse a casa de Luis, ni tampoco denunciar a su pareja pensaba; aunque los días anteriores que pasó en casa de su amigo, no había encontrado su “escondite”, con la facilidad que tenia Javier para descubrirla y todos los contactos de un hombre de negocios como él, le pondrían en una situación complicada. Lo mejor, era huir sin dejar rastro de la ciudad, pero la cuestión era donde. Entre ella y Luis podían conseguirlo.

Capítulo 25

Al cabo de unos minutos despertó desorientada y sin saber muy bien donde estaba. Efectivamente, no se encontraba en el mismo sitio tenebroso y oscuro que hace unos minutos… sino, en la gran terraza de su chalet, semidesnuda, apoyada contra la pared y con las manos atadas hacia adelante.

— ¡Pero qué coño…! Exclamó extrañada Laura, ante las situaciones cada vez más surrealistas que estaba viviendo.
— Buenas tardes Laura, veo que te encuentras un poco confundida ante lo que estás viviendo. Pero tranquila no te haré daño, solo es para que sepas que hay “cositas” que no puedes hacer y es muy feo tratar así a tu chico. Pero estoy seguro que este escarmiento te hará recapacitar y podremos volver a ser felices como antes, ¿verdad mi amor?
— Javier, no sé qué he hecho mal… pero no podemos seguir así… no creo que me merezca esto, ni quiero que lo pases mal por mi….
— Yo no lo paso mal, si todo está bien. Sé que en el fondo eres buena chica… mostrando una falsa sonrisa de medio lado, el joven Javier.
— ¿En…tonces porque estoy atada aquí y semidesnuda…? ¿Es otro de tus jueguecitos…? Preguntaba de forma titubeante, Laura.
— Laura, no sé cómo puedes pensar que lo que estoy haciendo es para que lo pases mal, esto es solo una pequeña parte de la diversión que podemos tener juntos…

Laura ya no sabía si preguntar más, pero cada vez le parecía todo esto más típico de una película de las 3 de la tarde de Antena 3, que de algo real. Le había sacado del sótano, donde estaba encerrada, pero ahora se encontraba atada, con apenas ropa y frente al hombre que le había causado los mejores momentos de su vida y los más terroríficos al mismo tiempo.

Quizás era el mayor error de su vida, el haberse enamorado tan repentinamente de ese hombre, pero los sentimientos no se pueden controlar. Debía hacer algo y pronto, porque no sabía hasta qué punto su vida podría correr peligro. El qué, aún no lo tenía claro. «¿Era mejor huir sin dejar rastro? ¿Era mejor denunciarlo y que cayera todo el peso de la ley ante él? ¿Debía de volver a pedir ayuda a su amigo? Y la cuestión principal, ¿cómo podía escapar de él?». Su cabeza era un caos.

 

Capítulo 24

Laura comenzó a gritar con todas sus fuerzas, esperando que alguien que pasara por la calle en ese momento, la escuchara y le ayudara a salir de allí. Sin embargo, sabía que nadie le contestaría al otro lado de la calle. Desde que se vino a vivir con él, vio como todo el mundo en ese barrio, miraban solo para ellos mismos y nadie ayudaba a nadie. No perdía la esperanza, no tenía ni idea de cuánto tiempo iba a estar en el sótano encerrada, y con estos acontecimientos solo podía huir de esa casa para siempre, porque aunque había vuelto con él, esperando, creyendo y deseando que cambiara su comportamiento de anteriores días, acababa de descubrir de que Javier era realmente un “psicópata” sin escrúpulos. «Nadie encierra a nadie en un sótano y le amenaza de esa manera, si quiere a una persona, nunca» —pensaba.

Horas más tardes, Laura estaba apenas sin voz, fruto de sus continuos lloros y gritos pidiendo auxilio. Al otro lado de la puerta estaba Javier que no pensaba entrar al menos de momento, ni para darle un vaso de agua. Estaba disfrutando escuchándola como sufría y aunque, la quería mucho, ese era su merecido y no podía dar marcha atrás o quedaría como un pelele ante ella.

Pasadas ya 15 horas desde que entró en ese sótano, a Laura le dolía la cabeza y estaba cada vez con menos fuerzas en ese espacio tan pequeño y sin aire, ya que no disponía ni de ventanas, ni de ningún tipo de ventilación. «¿Pensaba dejarle allí hasta morir? ¿Era tan cruel esa persona, de la cual se enamoró nada más verlo en ese avión? ¿Había estado todo este tiempo engañada?» Las preguntas que rondaban su mente una y otra vez, empezaban a tener menos peso cada vez, porque su cuerpo, debido al cansancio y al horror que estaba sufriendo, se desplomo contra el suelo de esa fría habitación. Había sufrido dos desmayos en menos de 24 horas.

Capítulo 23

Tras unos minutos, Laura despertó del golpe en los brazos de Javier que se encontraba sentado en el sofá con ella. Laura se encontraba muy confusa, sólo recordaba haber entrado en casa, avanzar muy despacio hacia su dormitorio y de repente, todo era oscuridad. En estos momentos, se encontraba tendida sobre él y no sabía cómo había llegado hasta allí. Giró su cuello lentamente para poder mirar a Javier, que la miraba con una gran  sonrisa en su rostro.

— Hola cariño, has sufrido un desmayo. Supongo, que habrá sido por tus problemas de tensión, pero tranquila yo estoy aquí para cuidarte, no te preocupes.

Laura, seguía sin mediar palabra y seguía observando a su pareja que cada vez, le producía mayor angustia y menos seguridad en sus actos. Cuando pasaron unos largos minutos, intento moverse del sofá, sin embargo, la mano fuerte de Javier le sujetaba, y ahora su dulce cara que observó tras abrir los ojos, se había transformado en el rostro de un hombre duro y sin escrúpulos, que no pensaba dejarla escapar de allí tan fácilmente como la anterior vez.

— Laura, ¿Dónde crees que vas amor mío? ¿Crees que vas a poder abandonarme de nuevo, sin mirar atrás? ¿Piensas que soy tonto o que puedes engañarme tan fácilmente? No cariño no, de aquí no te vas a poder mover en una temporada. Afirmó de forma rotunda, Javier.

Acto seguido, la cogió del brazo, la arrastró hasta el sótano y cerró fuertemente la puerta con llave. El infierno empezaba a dar sus primeros grandes pasos.

Capítulo 22

Pasado unos días, Laura recogió su ropa y decidió volver a casa, junto a su pareja. Se despidió con lágrimas en los ojos de su amigo Luis, sin saber que iba a ser de ella en los próximos días venideros. Temía como iba a actuar a partir de ahora Javier, pero tenía una esperanza, de que solo hubiera sido una pesadilla que ya había tocado a su fin.

Piso el acelerador y condujo rumbo a su hogar. Hoy parecía que el tráfico era más abundante que nunca o quizás era su miedo el que hablaba. La carretera se congelaba a su paso, todo parecía ir más lento. Los peatones que cruzaban cuando el semáforo en verde estaba listo para ellos, posaban sus miradas en sus penetrantes ojos y creía ver en ellos, miradas de desaprobación ante la actitud que estaba mostrando, volviendo junto a él. Pero en un resquicio de su corazón creía que era la mejor idea que podía tener, debía enfrentarse a la situación y dejar de tener miedo.

Javier sabía que ella volvería de un momento a otro. No se lo pensó dos veces y decidió esperarla escondido detrás de una puerta del dormitorio, agazapado como un león esperando a su presa y con las uñas bien afiladas. Tenía en su disposición el látigo que tantos buenos ratos le había dado en otras ocasiones, pero ahora lo usaría para mostrar quien realmente mandaba en esa casa y no para dar riendas a sus placeres más ocultos. Esta chica, ya se estaba pasando demasiado de la raya y tenía que darle su merecido.

Laura se bajó del coche, con las bolsas de ropa en la mano e intentando mirar hacia al frente y pisar firme en el suelo. Pero seguía sin estar muy convencida de lo que estaba haciendo, el camino a casa había sido angustioso y la llegada a casa, le estaba causando aún más dolores de cabeza. Estaba cada vez más cerca de encontrase con él y su cabeza estaba a punto de explotar.

Giró la llave de la puerta de entrada a casa y comenzó a caminar lentamente por el pasillo, cómo si su pies fueran de plomo y casi no pudiera moverlos, comenzó a mirar hacia cada uno de los lados de la casa. Avanzaba con lentitud y se adentró poco a poco en su dormitorio para soltar las bolsas. Cuando de repente, sintió un golpe fuerte en su espalda y cayó desmallada al suelo frío de la habitación.

Capítulo 21

Mientras tanto, a pocos km de distancia, Javier se encontraba visiblemente alterado ante la ausencia de Laura. «Otra vez me está haciendo lo mismo, la muy perra».  Pensaba. «Debía presentarse allí y volver a comportarse como un energúmeno o debía intentar calmarse, esperarla un poco más y luego hablar seriamente con ella». Se repetía en sus pensamientos. Le estaba fallando demasiadas veces, se comportaba de manera insolente y eso era algo que él, no podía permitir de ninguna de las maneras. De repente, se le ocurrió la mejor manera de tener una pequeña charla con ella… Buscar su gran látigo que le había regalado una “ex” anterior. Pero esta vez no lo pensaba usar para jugar un poquito…

Laura en un principio ni siquiera pasó por casa. Compró varios conjuntos de ropa interior para varios días, varias camisetas, jerséis y  unos pares de pantalones pitillos oscuros y vaqueros que buscó en el centro comercial de moda de la ciudad. No quería que fueran muy bonitos ni demasiados estilosos, solo los suficientes para pasar varios días en casa de Luis e ir al trabajo,  ya que no disponía de ninguna ropa aparte de la que llevaba puesta para poder cambiarse y no quería saber nada de su pareja, hasta que se calmara un poco la situación.

—¿Laura cómo te sientes… ante todo lo que está ocurriendo?  Le preguntó Luis.

—Me siento un poco asustada Luis. Nunca lo había visto tan agresivo. Es verdad, que tiene mucho carácter pero no sé… esto me está superando un poco.  Puede que yo, no lo haya hecho demasiado bien tampoco con él… estoy muy confundida y a la vez tengo miedo…  es que le quiero mucho…

—Laura, lo primero que tienes que saber es que no tienes culpa de nada. Javier es el único culpable, nadie tiene derecho a hablarte así y a pegarte una bofetada mucho menos. Entiendo que le quieras, pero no puedes permitir que te trate así y a no ser que cambie, deberías dejarlo.

—Gracias Luis por escucharme y darme consejos siempre, pero yo creo que va a cambiar, quizás esté un poco más nervioso también por el trabajo, unido a las circunstancias que ya te he comentado… Hasta hace poco era perfecto todo, porque no va a volver a poder serlo… Me quedaré aquí unos días y volveré a casa, seguro que ha recapacitado…

—Bueno, si pasa algo, que espero que no y tengas razón… sabes que sólo tienes que llamarme y te ayudo con lo sea. Te quiero mucho amiga y no quiero que sufras. Si crees que es mejor así, yo te apoyaré siempre, ya lo sabes.

Laura le dio un abrazo fuerte a Luis y mientras tanto, ella intentaba convencerse a sí misma de lo que acababa de decir y quería creer.  Quizás se estaba agarrando a un clavo ardiendo, pero necesitaba tener aún esperanzas.